Con la mente puesta en Bilbao y en esa cicloturista de 125kms que tenemos el día 26, este fin de semana me lo he pegado haciendo carreras populares por los alrededores de Sevilla; Camas, Fuente del Rey y Benacazón, porque sí, las carreras populares han vuelto con más ganas que nunca y voy a intentar ir a todas las que pueda.
Y es que la verdad que el ambientillo que se respira en esas carrera ya se estaba echando en falta; esos nervios previos, eso comentarios falsos de «no he entrenado nada» o los, «yo vengo por la cerveza gratis»… Esas perlitas son patrimonio de las carreras populares.
Pero si hay algo que caracteriza estas carreras populares es ver a la gente del pueblo en cuestión volcada con los «locos» esos que se dedican a correr por su calles. Y de un tiempo a esta parte, me he ido fijando que la cantidad de chicas deportistas va aumentando cada vez más.
La verdad es que eso mola bastante, la verdad, no lo voy a negar. Pero también mola y mucho, ver a esas mujeres mayores asomadas en las puertas de sus casas animando como si te conocieran de toda vida y más aún animando a las propias chicas.
El otro día, si no recuerdo mal creo que fue en Camas, una señora de unos ochenta años animaba con gran entusiasmo a la muchedumbre que corría delante de la puerta de su casa. Justo delante mía iba una chica a la que no conseguía alcanzar y esa mujer al verla le gritó «¡Vamos, déjanos en buen lugar».
Probablemente la chica fuera de Camas, o lo mismo de su familia y el honor de la misma estaba en juego, o quizás pertenecía a una peña ¿quién sabe?, las posibilidades pueden ser infinitas. Lo único que se me pasó en aquel momento por la cabeza es que estaban en el mismo equipo, en el de la mujer.
Y es que a mí lo único que me venía a la cabeza de esa mujer animando a esa chica era que esta octogenaria también estaba corriendo, aunque fuera a través de esta chica. Veía en ella la oportunidad que nunca se le planteó, hacer deporte por su cuenta y riesgo sin depender absolutamente de nada ni de nadie. Y veía a través de la vestimenta y de los pasos acelerados de esta joven corredora esa opción que nunca se le llegó a plantear.
Estoy seguro que hace ochenta años hubo mujeres deportistas, no lo niego, pero casos puntuales, y esa mujer en la puerta de su casa un viernes por la noche, veía como una joven mujer corría porque quería, porque tenía y tiene, la libertad para hacerlo; una libertad que (quizás) ella, nunca disfrutó.
Y en estas cosas voy pensando mientras intento mantener un ritmo de 5:45 con dolores en los costados y la boca pastosa para que los kilómetros vayan pasando más deprisa, pero no lo hacen…
Lo dicho, pensando en Bilbao y a ver qué tal se da la cosa.
Agur.